Históricamente, los servicios para personas con discapacidades se planificaban en función de lo que no podían hacer, partiendo del supuesto de que estas personas necesitaban servicios debido a que presentaban un problema. En la actualidad, las mejores prácticas se centran en empoderar a las personas para que asuman un papel protagónico en su proceso de atención. El enfoque debe dirigirse a lo que una persona es capaz de hacer, potenciando sus habilidades y ayudándola a alcanzar sus objetivos. No obstante, un enfoque orientado a las capacidades es rara vez experimentado por las personas con discapacidades, especialmente cuando los servicios son prestados por profesionales que no se han especializado en medicina de habilitación o rehabilitación. Por lo tanto, es necesario un cambio en el paradigma de la discapacidad y en la forma en que se identifican las necesidades de atención sanitaria.